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lunes, 9 de enero de 2017

La fiesta de las salchichas (2016)

¡EH! ¡QUÉ JUGAR CON LA COMIDA ES PECADO!


El anterior adagio materno describe certeramente la última propuesta fílmica y arrabalera de Seth Rogen y compañía, donde al puro estilo de Toy Story (Pixar en general), se explora en qué pasaría si la comida tuviese sentimientos.

Entonces, un grupo de alimentos empaquetados del supermercado entran en crisis, cuando descubren el futuro que les aguarda una vez los humanos (los dioses, según ellos) les compren y les lleven a sus hogares. Algunos de ellos, aseguran que el haberse salido antes de tiempo de la envoltura por puro impulso cachondo, ha desencadenado la ira de los todopoderosos.  

Drogas, sexo implícito, un reparto actoral pintoresco, referencias culturales, juegos de palabras e incorrección política es lo que podemos esperar de un trabajo de Rogen, y en el pasado bien que ha tenido éxito en sus propuestas a partir de las susodichas características: Superbad, Neighbors, This is the end, entre otras (sí, puede que Rogen no sea el director de estos trabajos, pero ha tenido profunda influencia en ellos, ya sea desde la construcción del guión o la misma producción). Básicamente, tenemos un festival de humor norteamericano al 100%. 


Sausage party, a pesar de todo, no se configura como proyectos similares; muy por el contrario resulta inmadura, poco agraciada y carente de imaginativa. 

Se pensaría que utilizar comida como un pretexto para impulsar el humor situacional gamberro era una idea que valía oro en manos de Rogen, pero desde el inicio nos damos cuenta que ambicionar algo por el estilo es ingenuidad absoluta, porque las acciones se limitan a comedia sexual barata (referenciar al coito casual cada vez que se pueda) y los diálogos se perimetran al rededor de repetir caca, culo, pene, teta, pedo. 

Hasta en esta escena de Scary Movie 3 se veían más creativos con el uso de la comida.

La propia película plantea un subtexto teológico, donde pone en tela de juicio a creyentes contra ateos, es decir, quienes piensan que los humanos son dioses y les llevan al Valhalla cuando los sacan de la tienda, a modo de recompensa por un comportamiento puro; contra aquellos que afirman que han sido educados en la mentira y los hombres son bestias que practican en sus guaridas una genofagia (masacre masiva gastronómica). 

Esta parafernalia no llega a ninguna parte porque:

1. El filme está más concentrado en resaltar las connotaciones sexuales de los personajes y sus reacciones. 
2. Desde el inicio se da por sentado que son "los ateos" quienes tienen la razón. Hay una secuencia muy gráfica en la que un humano pela, raya, atraviesa, corta, rompe y tritura a los víveres recién comprados del supermercado. No por nada a los personajes humanos de la cinta se les muestra -la gran mayoría del tiempo- el semblante ensombrecido o de lleno se les oculta el rostro para enfatizar en su "criminalidad latente" y aumentar el grado de desconfianza ante ellos. 


Esa necesidad adolescente de darle a cuanto rodea a la cinta esa carga libidinosa sobresatura la historia y la aleja de estudiar otras posibilidades con los recursos que tiene entre manos. Por ejemplo, hay escenas que son auténticamente divertidas, porque se salen del esquema sexual y en muy pocos minutos en pantalla ahondan en comedia negra: véase el caso del choque de carritos de compra, que desata un panorama catastrófico donde los alimentos gritan, estallan, se caen por pedazos o quedan mutilados al mejor estilo de la introducción de Salvando al soldado Ryan  (un panorama bélico de horror). 

Si hablamos de otro tipo de comedia...

También, ya por el final, se construye un momento donde parece que el metraje va a sincerarse con la audiencia, presentando un panorama que apela a la metaficción y que pretende reírse del público en la cara y de la condición cochina de sí misma... ¡PERO NO! La acción se corta de golpe, todo se queda en la sugerencia (metiéndose prácticamente en el terreno del cliffhanger) y le da la bienvenida a los créditos de scroll. Por ahí también hay cierto humor referencial pop, que se estanca por lo general en la pequeña sonrisa y rara vez alcanza la carcajada; es funcional sin duda, pero se ve avasallado por el "teta, culo, pene, pene".

Básicamente, son momentos que intentaron sazonar la fórmula, mejorando y haciendo crecer el sabor de la premisa, pero cuya intervención es tan mínima que lo demás se sigue sintiendo crudo e insípido.

A la hora de resaltar virtudes están las actuaciones de voz, que a pesar de verse condicionadas a unos diálogos insulsos y deslucidos, juegan con el histrionismo de sus cuerdas vocales y la caricaturización que estas pueden llegar a presentar. También, sobra decir que la animación es bastante fluida y se valora esos pequeños momentos donde todo torna al plano 2D.


Fiesta de salchichas es un festín que se zambulle de lleno en el mal gusto, que como en el clímax de la película es una orgía de comida que deja sobras y migajas por todos lados de la forma más vulgar que encuentra. Un desorden desmedido falto de ganas, que se vale de una humanización vivaracha en plan Disney, para romper atmósfera de forma polémica y barata. 

Valoración final: Mala, tirando a lo meh...

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