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sábado, 22 de diciembre de 2018

Mi 2018 en música


Este tampoco fue un año fácil: tras atravesar por crisis existenciales, ataques de ansiedad, episodios crónicos de estrés, antidepresivos leves y angustia por amores tormentosos y marchitos, por lo menos puedo comentarles que mi horizonte sonoro se amplió y enriqueció de una forma abismal (#ItsSomething). Y esto me alegra, porque después de ser "el dj" (el wey que ponía los discos) en un programa  radial que dirigí y conduje durante 2 años, tenía los tímpanos secos y agotados... había gastado toda mi munición musical y ansiaba algo realmente nuevo (y bueno).

Hoy quisiera presentarles, por un lado, mi Top 18 de canciones favoritas escuchadas a lo largo de los últimos 365 días (aunque no se lanzaron directamente este 2018); y por otro, las melodías que mejor definen mis estados de ánimo (moods) en cada uno de estos melancólicos y caóticos meses... básicamente la banda sonora de mi vida entre enero y diciembre. Deseo adjuntar, además, unas pequeñas palabras sobre cómo me sentía por aquellas semanas y qué sucedía por mi existencia; admito que no quiero ser demasiado explícito, construyan ustedes su propia historia a partir de mis vaguedades. Así es más divertido. 

ENERO:


Me sentía solo y traicionado por la vida, que había sido poéticamente amarga con mi ser.

Estaba desmotivado y con una tendencia a arrastrar mi dignidad por el suelo, raspándola hasta la carne viva... menos mal sabía y sé que tiene la habilidad de regenerarse sola (comprobado al 100%).


"Nunca me sentí tan solo como cuando ayer, de pronto lo entendí mientras callaba, la vida me dijo a gritos que nunca te tuve y nunca te perdí (...) Ahora tal vez tu puedas entender, que si me tocas se quema mi piel".


FEBRERO:

Una vieja amiga volvió. Desde la distancia buscó refugio en mis palabras y compañía a través de la ventana de chat. No pude decir que no ante la fragilidad que me transmitía.


"Creo ver la lluvia caer, en mi ventana te veo pero no está lloviendo, no es más que un reflejo de mi pensamiento... hoy te echo de menos".


MARZO:


Empecé a salir con una chica. Fueron citas breves y fragmentadas, pero repletas de cariño y amor; de abrazos que te hacen vibrar, de palmas sudorosas estrechadas que impulsan caminatas interminables, y de felicidad plena que difumina todo problema. Fue el segundo mejor mes del año, tenía un brillo dentro del pecho que no menguaba con nada.


"Estos encuentros nuestros no son casualidad, te lo aseguro (...) así que gracias por existir, quiero que vivas muchas vidas más. Mientras tanto la vida mía es para cuidarte y amarte a la muerte".


ABRIL:

¿Qué pasa cuando alguien está destrozado a nivel emocional y busca tu ayuda, pero tú estás el doble de dañado que esa persona?

Sacar fuerza de dónde no la tienes para levantar al otro, darle la pequeña chispa de fuego que te queda para que ella se ilumine y vuelva a alumbrar... eso es lo que hice.


"Lights will guide you home, and ignite your bones and I will try to fix you"


MAYO:


El amor que le tenía era gigante, pero no importaba todo lo que hiciera, nunca era suficiente. Algo se quebró, alguien mató algo, pero no sé cuándo, no sé cómo, no sé dónde ni en qué momento. Día a día veía como eso que teníamos entre los 2 se estaba evaporando y deshaciendo. No pude hacer nada.


"No comprendo nada, si me quieres más el lunes que el martes (...) ¿Cómo te voy a encontrar, si tú nunca me das tus coordenadas?".


JUNIO:


Y entonces llegó un mes donde me vi vagando entre las ruinas de lo que era mi vida. Y aquello que no estaba en pleno escombro, estaba a punto de derrumbarse. No había esperanza, un color ceniza se impregnaba de todo y lo carcomía.

Comencé a asistir al psicólogo.


"Who do you need, who do you love, when it come undone?"


JULIO:


Uno de los motivos por los que considero que fue un mal año, fue porque lloré demasiado, porque la tristeza subyacía en mis memorias y en todo lo que hacía: la melancolía se me enroscaba en el cuello.


"You'll find me in a sea of dreams, where no one cares about my words. I hear her voice, she laughs now, she loves me now and always did".


AGOSTO:


Sentía que había desperdiciado medio año, y me negaba a hacer lo mismo con lo que restaba. Comencé a caminar hacia el frente y a mirar al sol. A buscar la felicidad en mí mismo, en lugar de mendigar por ella en otras personas. Irónicamente, uno de los momentos más tristes y descarnados de mi vida los experimenté llegando el final del mes. 


"Porque soy de los que se lleva la lluvia; soy, de los que se van; soy de los que no tienen fortuna; soy de los que no están (...) Pero soy el que pudo llevarte a la luna, soy, el que te llevó; soy el que pudo saltar una duna; soy, el que te salvó".

SEPTIEMBRE:


Hastiado de todo y todos, me autoexilié de mi ciudad. Desaparecí de imprevisto de la vida de muchos. Encontré un trabajo bastante especial en otro lugar (relacionado con la realización audiovisual), así que me mudé a él. Este distanciamiento y este nuevo panorama que me deseaba los "buenos días" al despertar, me sirvió para recomponerme, sanar y hallar en mí mismo plenitud: no necesitaba de nadie, no pertenecía a nadie y mi propia compañía era grata a más no poder.

El mejor mes del año.


"Luchas por nuevas sombras y horizontes me hacen ver que no estás... aquí".


OCTUBRE:

Regresé a mi antigua ciudad. Me sentía diferente; había crecido... y eso me encantaba. Era tiempo de pedir perdón y perdonar, confrontar viejos problemas hallando en el proceso verdades dolorosas, pero necesarias.


"Ecos de miel y tu sonrisa de cristal, el tiempo es la caricia en la herida que sana (...) Y estoy bajo la luna, cuando salga el sol, tendremos que empezar de nuevo".



NOVIEMBRE:


¿Será que aún tenemos oportunidad? ¿Una segunda ronda en pos de un final feliz? ¡Bah! ¡Al carajo con vos!
.
.
.
Aunque admito, aunque duela, que en el fondo ella me sigue gustando.


"Casi nunca veo la foto tuya que tengo en mi celular, sigue ahí por la pereza que me da apretar borrar (...) tengo lista una canción que dice 'Hasta la vista, señorita'".


DICIEMBRE: 

Melancolía por todas partes. Frustración al mirar en retrospectiva, sensación de abandono y de desgaste emocional. Despido el año pensando en torno a qué es lo mejor para mí y qué es aquello que me encapricha.

En cierto sentido, me siento en una competencia por cuál de los 2 logrará desligarse de la sombra del otro. Sospecho que será ella quien lo logre primero.



"Siento tus labios en las noches de verano, ahí están... cuidándome en mi soledad, pero a veces me quieren matar. Tu recuerdo sigue aquí, como un aguacero, rompe fuerte sobre mi, pero a fuego lento; quema y moja por igual, y ya no se lo que pensar... Si tu recuerdo me hace bien o me hace mal".

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TOP 18:
1- No confíes en mí - Camilo Séptimo
2- Ocean Drive - Duke Dumont
3- Put your money on me - Arcade Fire
4- Ballenas de ruido - Da pawn
5- I.M.T - Love of lesbian
6- Allí, donde solíamos gritar - Love of lesbian
7- Diferentes tipos de luz - Carlos Sadness
8- Cuando no me ves - Love of lesbian
9- Palacio mental - Fármacos
10- Ella usó mi cabeza como un revólver - Soda Stéreo
11- Vicio - Camilo Séptimo
12- Belleza - Fármacos
13- Lejos de vos - Miranda!
14- Si volvieran los dragones - Sabina y Paez
15- Señorita - Lawall
16- Señales - Les Petits Bâtards
17- Me dejas caer - Camilo Séptimo
18- Verano en coma - Da pawn

viernes, 19 de octubre de 2018

Daredevil (Serie de Tv - Temporada 2)

El siguiente texto fue escrito originalmente el 28 de oct. de 2016


Sobre los primeros pasos

Esta temporada del Diablo de Hell’s Kitchen inició con el carburante a toda combustión. Tras un capítulo inicial que planteó una rutina más que óptima y bienaventurada para el justiciero, en los 3 episodios subsiguientes nos presentaría el tan esperado arco de origen de El Castigador. Este veterano de Irak expondría un festival de violencia y salvajismo que le crispó los nervios tanto al público como al protagonista -llevándole casi hasta el límite físico y mental-, y entregando en el devenir la secuencia de las escaleras de emergencia, una de las escenas continuas de acción más orgásmicas jamás creadas del mundo audiovisual. 

La forma de actuar de El castigador desde el inicio establece un código reconocible, que matiza con el de Daredevil, y que enriquece la serie haciéndola llegar a aristas insospechadamente más salvajes. Hay un paralelismo bastante excitante entre ambos personajes, básicamente porque uno "está a un mal día" de convertirse en el otro.

Ahora, The punisher es un antihéroe que no es solo un festival gratuito de morbo, un sociópata desencadenado. En realidad es un ser que carga sobre sus hombros una tragedia griega abrumadora y descarnada, que conmueve terriblemente y rompe el corazón de todos una vez se es develada. Frank Castle es un ser tridimensional en toda regla, concreto, coherente y potente (implacable). Es un personaje maravillosamente introducido que no dudo que se lucirá una vez llegue su serie.


Sobre Elektra (y La Mano peluda)

Se nota que la escritura del guión para esta tanda de 13 capítulos fue más apresurada y descuidada de lo pensado. 

Tras un tiro en la frente, una batalla a puño limpio y un secuestro de por medio, The Punisher iría a parar a la cárcel y arribaría con su propio arco Elektra. Aquí se abren 2 líneas argumentales que afectan al diablo redentor. La primera enfocada en el estudio de Matt defendiendo a nivel jurídico a Frank, quien ahora es juzgado por el estado gracias a sus delitos; y la segunda narrando cómo Daredevil y Elektra se enfrentan a La mano, una secta de ninjas con dogmas poco claros. 

Inicialmente la idea de relatar en zigzag estas 2 subtramas no es mala; de hecho es emocionante e interesante, ya que uno de los conflictos comienza a afectar directamente al otro, y a provocar que Matt descuide su vida personal para atender la de enmascarado.

Sin embargo, paulatinamente uno de los conflictos se comienza a distanciar severamente del otro, a tal grado que llegado el capítulo 10 ya cada uno va por su lado y pareciera que estamos apreciando 2 series distintas. Una encauzada en lo terrenal y la crudeza de lo real, y la otra anclada a situaciones prácticamente de índole místico

Todo el dilema que envuelve al Black-sky, a La Mano y a La casta se expone de una forma demasiado confusa. No me puedo preocupar por los actantes que hay en pantalla cuando sé que ni ellos mismos están muy seguros de lo que están haciendo. ¡Joder!, que cuando Stick le explica a Matt sobre el culto de Yaminote, este se ríe (y el público también lo hace) porque encuentra todo lo que le dice como un sinsentido . 


Vale, que la serie se esfuerza porque la resolución del misterio este rodeada de espionaje, incursiones a edificios con seguridad de punta, y redadas a cargamentos secretos; pero a la hora de la verdad que una banda de asiáticos hayan alcanzado la inmortalidad por ¡ve tú a saber cómo!, para cazar a una persona que ¡ve tú a saber qué cojones hace!, y cuyos logros se componen a base de milagros que rompen con el contexto "verosímil" cimentado de toda la primera temporada, ocasiona que me desconecte de lo que estoy viendo en pantalla.

Por no mencionar el hoyo de 14 pisos que DD y Elektra encuentran en el episodio 7, en medio de una construcción abandonada. A este detalle en ningún momento se le da explicación, y lo máximo que se obtiene de él son comentarios imprecisos sobre cómo, de alguna manera, esa fosa ayuda a Yaminote a lograr su plan. Este hueco representa simbólicamente todas las lagunas argumentales de esta trama.

¡Oh! Y aún no he hablado de lo peor. El giro de tuerca del final es gratuito y considerablemente pendejo. Pone al descubierto que hasta los integrantes de la misma Mano no saben qué estaban haciendo. Si durante todo este tiempo sabían que Elektra era el Black-sky, en primer lugar por qué intentaron matarla en tantas ocasiones, ¿qué no se supone que es una deidad para ellos? ¡Ah!... ¿Y qué tiene de especial ser el Black-sky? Que repetidamente comentan que poseen un poder en sus adentros invencible e imposible de contener… y… no es por desestimar las habilidades de Elektra… pero… ¿cuál es tu colosal poder?

Sobre Castle (y la ética del salvador)

En contraposición está todo el periplo legal de The punisher tras su introducción. En este nos sumergimos en una maraña de intereses políticos, militares, judiciales y personales: todo un thriller estupendo que enriquece a cada paso al antihéroe, y que, además, se atreve inteligentemente a poner en tela de juicio, bajo una perspectiva del mundo real, la valía de los superhéroes en una sociedad convulsionada por su existencia. ¿En verdad ayudan?, ¿qué no sobrepasan el límite de lo ético y de la misma sociedad al aprovecharse de sus virtudes y habilidades para concederse cualidades de juez, jurado y verdugo con su proceder? 

Sin miramientos, sin inclinarse por un lado o por el otro, y como en todo buen proceso judicial presenta los hechos y deja que el público sea quien dé el veredicto, decida quien está en lo correcto. 

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Quizá para muchos este detalle no merezca aplausos, ya que por antonomasia este tipo de choques dramáticos e ideológicos deberían presentarse de la forma más imparcial y objetiva posible, y en efecto tienen razón... Pero ya ven que en este 2016 el asunto no fluyó tan lógicamente.

Batman V Superman” y “Capitán América: Guerra Civil” también presentan el conflicto moral y corporal entre 2 superhéroes y su manera de impartir justicia, pero descuidadamente en algún momento de su desarrollo se tuercen y dan la razón a uno de los bandos. En el primero, Batman recibe todos los argumentos para que el público simpatice con él y desee acabar con un dios descontrolado, destructor e impiadoso, que vendría a ser Superman (quien nunca tiene la opción de refutar). Y en el segundo, El primer vengador muestra su lado más egoísta y antipatriótico (exploración en su personalidad), llevando a una desestabilización de la seguridad global, y propiciando simpatía hacia su principal oponente, que es el Hombre de Hierro. 

Este se supone que iba a ser el año en el que los grandes héroes comenzarían a examinarse a sí mismos, a dejar de lado al típico villano de turno para autoevaluar sus escalas de moralidad. Solo Daredevil logra llevar a la palestra de forma idónea esta revisión de los justicieros/héroes.
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Retornando con The punisher...

Es una pena que la subtrama del antihéroe padezca el mismo fallo que la de Elektra. Ya para el penúltimo capítulo nos presenta un giro de trama rebuscado y casi sin fundamento, demasiado oportuno para la situación vivida y que parece ser más un alarde o una vaga intención de sorprender a un público incauto, en lugar de ser algo escalonadamente construido. 

Sobre los viejos conocidos

Los personajes, a pesar de los descuidos en los que la trama los introduce, no dejan de estar fuertemente edificados. 


Los viejos conocidos tienen  la oportunidad de desenvolverse en nuevas facetas que les enriquecen descomunalmente. Karen se desarrolla entre las intrincadas enramadas del periodismo, Foggy enfrenta sus problemas de confianza en el juzgado, y hasta Wilson Fisk sigue manipulando los hilos de la realidad desde la cárcel. ¿Fui el único qué sudó frío con esta escena? 


Sobre la factura técnica

La serie continúa impoluta en aspecto estético... en el vestuario y fotografía. Es más, se nota que ahora han invertido más en efectos visuales, de ahí que nos deleiten con secuencias mucho más elaboradas. Las actuaciones son excelentes y la música sigue encontrándose igual de imperceptible que en todo el pinche Universo cinematográfico de Marvel. 

Conclusión

La segunda temporada de Daredevil es un trabajo de calidad a pesar de los pormenores. Tenemos pues una continuación que explora y explota bien a viejos y nuevos personajes, que mantiene una factura técnica asombrosa, y cuya historia por una parte es adrenalínica, épica e inteligente, y por la otra es algo vaga y chocante… la perspectiva esotérica resulta asonante frente a una lógica (tono) de universo que desde la primera temporada se había mostrado visceral y "realista". 

No deja de ser un trabajo recomendable si viste los primeros 13 capítulos, no deja de ser un firme primer paso en la fase 3 de Marvel. BUENA.



Notas extemporales: Muchas de las grandes dudas que remarqué durante el artículo terminaron por solventarse tiempo después, sobre todo con la salida de Defenders. Sigo pensando a pesar de ello, que las quejas no están (no siguen) tan fuera de lugar. Traen a colación el tema del uso del misterio dentro de tramas largas, y cómo aprender a dosificarlo para interesar a la audiencia, evitando que se extravíe (junto a los personajes que acompaña) dentro de la espiral críptica que compone de a poco con la costura de planos.

domingo, 7 de octubre de 2018

Mi cuerpo es una celda -Libro- (2008)

El siguiente texto, más que un análisis o crítica sobre el libro en cuestión, contiene una serie de comentarios o reflexiones tras su lectura. ‘Mi cuerpo es una celda’ es un registro documental de una vida, y yo no soy nadie para juzgar la existencia de otro mortal. No obstante, sí considero necesario exaltar y referenciar aquellos temas que caracterizaron y convirtieron en culto al autor a tratar; temas que, claro está, se manifiestan a partir de sus propias acciones.


He aquí una autobiografía no deliberada de uno de los intelectuales más célebres del país.

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Decidí acercarme a este texto porque Andrés Caicedo siempre ha sido un icono pop vacío dentro de mi cabeza. Más allá de su nombre, su esquelética silueta, su abrupto desenlace y el título de sus relatos, no tenía ni la menor idea de qué lo hacía tan llamativo y valioso dentro de la literatura colombiana.


¿Por qué elegir su autobiografía en lugar de zambullirme directamente a sus cuentos o a su obra más conocida: ¡Qué viva la música!? Bueno, tenía ante mí un boleto directo a su cabeza, a sus disquisiciones más densas, ¿cómo denegarme a un encuentro tan íntimo con un autor? No está de más decir que buscaba un contacto con la depresión en plena ebullición, manifestada a través de escritos…

¡Oh sorpresa!, Caicedo es/era un suicida. El plato estaba servido, no veía mejor opción.
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Estructura (o la magia de las misivas):

Ahora, ¿autobiografía no deliberada?, ¿cómo es eso?

Este libro es un compilado de epístolas escritas por Caicedo a sus cercanos, amigos y familiares entre su adolescencia y últimos días (incluyendo un mensaje garabateado horas antes de su suicidio). Alberto Fuguet, editor de este volumen, realizó un rastreo sorprendente de estas cartas (también escritos sueltos) y dio orden al caos de ideas que rebotaban por la cabeza del autor vallecaucano. Al mismo tiempo, traza una línea cronológica sobre los sentimientos de Caicedo en distintos puntos de su vida,  bosquejando de a poco ese agujero negro existencialista que terminó por arrastrarlo en una espiral descendente de autodestrucción.

Encuentro increíblemente mágica esta reconstrucción de vida a través de misivas, de aquellas palabras tan llenas de carga emocional que Andrés compartió. Creo que es un perfecto ejemplo de la trascendencia de una persona en el espacio, en el tiempo y en los destinatarios de su correspondencia.

Hablamos de una época, además, donde había todo un ritual alrededor de la escritura de cartas: la redacción (ya fuera a mano o a máquina), el desplazamiento hasta la casilla de correo, el tiempo de espera antes de la entrega y la respuesta. Todas estas, prácticas que hoy se han visto simplificadas y desvirtuadas gracias a los distintos canales de chat. Hoy, ya no debes esperar semanas o meses a que tu interlocutor responda, la inmediatez ocasionó que la frivolización en las conversaciones no presenciales aterrizara.

Las implicaciones éticas de divulgar correspondencia privada salen a la luz. Si bien el propio Andrés reconocía que parte de lo mejor de su trabajo radicaba en sus cartas, y si bien ya ha pasado bastante tiempo desde que las rubricó por vez primera, ¿hasta qué punto el escritor se sentiría incómodo de que sus sentimientos más desbocados y de que sus lucubraciones más desequilibradas se compartiesen abiertamente? Esto también nos invita a pensar, ¿cómo nos sentiríamos de que a futuro nuestras conversaciones vía msn fuesen divulgadas? 

Cinesífilis:

A la hora de mencionar cinefilia en el ámbito colombiano, Caicedo siempre caía en la ecuación. Como alguien que también se considera amante incondicional del 7° arte, mayor intriga no podía sentir ante un ser como él, sobre todo si tenía en cuenta que hablábamos de una cinefilia ya añeja – ‘old school’ (de 1977 hacia atrás)… una que se forjaba pura y obligadamente por la asistencia constante al teatro a falta de formatos de vídeo casero o el streaming.

Y no solo eso, Caicedo engulló un cine que aún no se había configurado con la lógica del blockbuster que aún hoy es vigente (grandes estrenos del verano con mucha pirotecnia, estelares cotizados e “historias para todo público”). Las películas que presenció si bien no dejaban de ser un espectáculo de masas, obedecían a otra lógica de consumo y no estaban influenciadas por los trabajos de Spielberg o Lucas, quienes apenas estaban iniciando su carrera y no habían alcanzado los booms apoteósicos que representaron E.T. o Star Wars. En su lugar, el western y sus derivados (crepuscular y espagueti) fueron los géneros que inundaban la cartelera convencional. “Entonces, ¿en qué otras propuestas se refugiaba este hombre sediento de fotogramas?” Esa era una de mis dudas internas.


Hallé a un enfermo por el cine, alguien que dentro de su dieta alimenticia y cultural no podía concebir la ausencia de películas… que se deleitaba regándose en prosa sobre aquellos filmes que le inficionaban. Dentro de sus análisis, removía los órganos aún palpitantes de la cinta en cuestión, auscultando aquellos elementos del montaje, la fotografía o el guión que le generaban interés casi neurótico… situación que sorprende y maravilla, porque hablamos de alguien cuyo conocimiento brotó del acercamiento práctico al celuloide: empirismo.

La fiebre de Caicedo por el cine no paraba de ganar grados, acto que le llevó incluso a participar activamente de la realización audiovisual, registrando en el proceso un cortometraje lastimosamente nunca terminado.

Con tanto metraje entre los dientes, resultó imposible no apuntar, a modo de recomendaciones implícitas, algunos títulos que me llamaron en exceso la atención. Entre ellos están Lilith, Loves of a blonde, Pat Garrett & Billy the Kid, Dirty Harry, The ladies man, American Graffiti (un George Lucas mozo, antes de Indiana Jones y Star Wars), The Story of Adele H. También algunas producciones de Peckinpah y Friedkin.

Niveles de empatía e identificación no tardaron en aparecer ante alguien que veía al cine como más que un entretenimiento estático, como alguien que estaba ansioso por aprender y por entregarle todo a esta manifestación artística.

"Porque vaya uno a querer precisar cómo funciona la naturaleza humana del cinéfilo. Tal parece que somos unas personas melancólicas y enfermizas, de una memoria fabulosa. Que cada quien duerme para el mismo lado que se hace en el teatro (...) El cine es el único arte que ofrece la oportunidad (maravillosa) de poder saberlo todo. Es un arte nuevo (...) Yo no tengo nada que perder mientras más inmerso esté en esa oscuridad y esta luz en movimiento que es el cine. Pero quiero saberlo todo".


Caicedo como mito, Andrés como persona:

¿Es tan grande este autor como todos exclaman? Bueno, todavía no me acerco a sus obras más destacadas, así que no deja de ser algo pronto el juzgarle. A pesar de ello, siento que se ha creado alrededor de él un aura que le endiosa más de lo que debería.

Caicedo es un escritor y un icono que logró trascender porque representa al adolescente incomprendido (y en cierto sentido único y diferente); a aquella chica o chico que busca su voz, identidad y un espacio dentro de una sociedad en la que no se siente muy cómod@ que digamos. A todo esto adiciónesele ese componente depresivo/autodestructivo y esa inquietud por las artes para generar un clic instantáneo. El escritor valluno es un “mártir”, un héroe caído en batalla (murió a los 25 años), un alma atormentada de esas que tanta intriga generan; además, fue el primero en ser proclamado por ello.

Andrés, por su parte, fue un ser triste, que aún con ayuda no pudo escapar de sus demonios, ni de esa sensación de vacío en el pecho que terminó por absorberlo. Más que paradójico resulta contemplar cómo este ser se calificaba como asexual, no obstante ansiaba un contacto físico que en verdad le removiera las lánguidas fibras; odiaba el ajetreo que conllevaba las relaciones interpersonales (su tartamudez y timidez le amarraban la garganta), pero deseaba al unísono abandonar la soledad. El exceso con las drogas, su aislamiento y una relación amorosa dependiente y tóxica, fueron un aliciente extra para que la noche del 4 de marzo de 1977 ingiriera 60 pastillas Seconales que marcaron los créditos de scroll de su existencia.


Mi cuerpo es una celda es un documento increíblemente personal, atrayente y hasta, ¿por qué no?, estancado, como múltiples periodos de la vida misma. Agrupa todo el desorden emocional y mental de una persona, los hace legibles y los encamina sistemáticamente hasta llevarnos a una fatalidad ineludible. No me cabe la menor duda de que esta es una forma bastante práctica de acercarse al escritor de turno y de entenderle mejor como artista, y como hombre adicto por el cine. Ávido estoy por acercarme más a su bibliografía.  

jueves, 2 de agosto de 2018

Residente-vil 6: ¡Por fin se acabó!

Admito que a pesar de todo, la esperaba con ansias... ¡Ay de mí!

Acabo de ver ‘Residente vil: The final chapter’, y es que en serio no estoy muy seguro de lo que he presenciado. Y no sé si se debe a la acción desorbitada, al montaje mareante repleto de cortes  con planos de menos de un segundo, o a que la historia a estas alturas es un menjunje, que tengo tantas sensaciones encontradas y que me impiden definir con sensatez el sabor extraño que tengo en la boca.

Como es habitual, iniciamos esta entrega a trompicones, y pasando completamente de largo el cliffhanger de la película pasada (donde todos los protagonistas quedaban sitiados en Whasinton) e ignorando en absoluto la completa existencia de Ada Wong, Jill Valentine y Leon Kennedy… em sí, estos personajes siempre fueron un klínex (y una aparición demasiado gratuita), pero jugar a la amnesia selectiva es un gesto de mal gusto  para el espectador. Tengan la decencia de explicar, así sea en un diálogo, qué carajos fue de todos ellos.

Tras esta introducción, que ya por sí sola nos rellena de inconsistencias y preguntas sin resolución alguna, se nos plantea un retorno a los orígenes (sí, otra vez, como en la 5), una vuelta al lugar donde inició todo y el Virus-T se propagó masivamente. De esta premisa saltamos a una bacanal de balas, explosiones, humo, zombis, creaturas del averno que ya ni parecen zombis y barro por doquier. Toda esta acción, a veces con buen atino en la dirección y otras no tanto (al menos no es la 4° entrega), es orquestada como si de distintos niveles de videojuegos (de hace 13 años) se tratasen. En “Resident evil 5: Retribution” era la misma vaina: No importa si las distintas situaciones no conectan del todo bien, si los escenarios son enlazados a la fuerza los unos con los otros; el asunto es que siempre hay un nuevo pasillo o locación con hordas de monstruos (salidos de no sé dónde) a los que hay que acribillar. Bueno, supongo que son guiños a los seguidores del videojuego original… suponiendo que ellos, tras tanto desastre hayan podido aguantarse hasta esta 5° secuela.  Básicamente, esto es fanservice para un público más bien inexistente. 


Hay que ser justos, entre tanto despropósito argumental, se debe defender que la acción no está del todo mal, puede ser divertida y algo excitante. La avalancha de planos y el uso mareante y atrevido de analepsis (revisión de recuerdos) y prolepsis (revisión de posibles acciones a tomar en el futuro cercano) narrativas, ayudan a que la experiencia se sienta un poco refrescante. Sobre todo con estas últimas, donde en plan ensayo y error para matar a un enemigo, se están incorporando muy orgánicamente al cine elementos argumentales propios de los juegos de vídeo. 

Ya si hablamos  del final como tal, es tan peculiar y rebuscado como abrupto. El problema radica en que el director, Paul S. Anderson, quiere conectar elementos que nunca existieron para llegar a esta conclusión y darle una trascendencia a Alice que no deja de sonar forzada por donde se le mire. No hay una construcción escalonada para este colofón, las últimas 3 cintas (Extintion, Afterlife & Retribution) no hacían más que ir muy por su lado provocando inconsistencias las unas con las otras, y aún mirando las entregas más rescatables de esta saga (la 1 y la 2) existen detalles que chirrean y que no convencen del todo.

A ver, nunca ha sido gratuito que la protagonista se llame Alice (Alicia) que tras despertar caiga por un agujero excavado en la tierra y llegue a un paraje repleto de locura y terror para terminar por enfrentarse a una “Reina roja”… sí… la alegoría hacia la historia de Lewis Caroll es más que evidente; pero retornar a estos elementos solo vistos en el primer y segundo filme del 2002 y 2004 respectivamente, para salpicarlos con un montón de información de curas milagrosas, trasfondos cruciales que vienen a figurar solo en esta secuela, intensiones altruistas de corporaciones, humanos modificados genéticamente y clones que pueden llegar a superar a su contraparte original, es pretender darle aires complejos y metafísicos a la saga… Aires que nunca ha tenido y que su pobreza argumental a punta de tantas secuelas desatinadas le ha impedido construir. 
 
*SPOILER:*
Con lo anterior solo quiero decir que hacer a Alice la Reina Roja, es decir, el alfa y omega obligado de la hexalogía entera, se siente ilógico y demasiado conveniente. Una lástima, dicho sea de paso, que no tuvieran los huevos de hacerla morir al final, como dictaba la heroicidad y no tanto el marketing.

Me parece muy chévere que en los posters [de esta 6° entrega] usaran el símbolo de Umbrella como corona para Alice.

Resident Evil nunca ha sido una saga brillante, pero en su momento se dio a resaltar por abrirle la puerta en el nuevo milenio al género de los zombis con un enfoque más ligado a la acción (más o menos bien ejecutada), en contraposición al terror y gore general que se habían apoderado de estas películas desde 1968 con La noche de los muertos vivientes de George Romero.  Para mí esta franquicia fílmica siempre ha sido un placer culposo, una serie de obras a reventar de defectos, pero de las que, mirándolo muy en perspectiva se pueden sustraer características cuanto menos interesantes.

Con la primera y la segunda encontramos más solidez, porque se nota la conexión fuerte que hay una con la otra respecto a los personajes, sus peripecias  y el desarrollo que se les da a partir de las situaciones que han tenido. La tercera (Extintion) es un despropósito que en su afán por traer más y más acción comienza a sacrificar ciertos puntos lógicos de la trama, así como la consecuencia de algunos personajes dentro de la historia (que sí, que yo sigo sin olvidarme de la pequeña Angela Ashford, que desapareció de la faz de la tierra tras ser indispensable para la trama de Apocalypse). La cuarta (Afterlife) es más un alargar por alargar, con escenas bélicas que se desviven en el slowmotion al intentar aparentar grados de épica, pero solo hacen las secuencias más ridículas. La quinta (Retribution) es un movimiento desesperado para atraer a una audiencia ya disuelta, por eso es que se nos remonta a situaciones espejo de la primera y segunda entrega, con los personajes más carismáticos de estas (bueno, los que medianamente lo eran): Jill Valentine, Carlos Oliveira, Rain Ocampo…


La sexta es la culminación de 15 años de producción fílmica en la que se destaca por sobre todo la incapacidad de Milla Jovovich para envejecer, y la tecnificación de la industria respecto a los efectos visuales (ese apocalipsis zombi marrón que vemos durante esta última secuela hubiera sido imposible de plasmar a tal escala hace 3 lustros). Por lo demás, lo que nos entrega y deja detrás son una serie de productos olvidables, de consumo dominguero y reciclables. La buena noticia es que al fin se acabó, no fueron ni son la masa infecta que muchos apuntan, pero siempre fueron bastante viles.   

sábado, 2 de junio de 2018

CANCIÓN DE HIELO Y FUEGO II: Choque de Reyes -Libro- (1998)



Sinopsis:

La situación es tensa. El Trono de Hierro está siendo reclamado por 5 reyes autoproclamados. En el norte, Robb Stark, Señor de Invernalia, se impone con su lobo huargo y una sensatez avanzada para su edad. En el sur, Renly Baratheon, se escuda en su alianza con Altojardín y Bastión de las tormentas, además de vanagloriarse con su carisma para atraer a las masas. En el este, Stannis Baratheon, Señor de Rocadragón, se cunde de ira y se ciega ante una deidad herética de luz. En el centro, Joffrey Baratheon, guarnecido en su fortaleza y acorazado por todo el ejército de los Lannister, se explaya en sus chiquilladas y caprichos. Por último, en el este, los antiguos señores de Pyke se preparan para una invasión por mar, aprovechándose de la confusión desatada. El juego continúa, ahora con las armas y los escudos en ristre. ¡El choque está a la vuelta de la esquina!  


¿Y dónde está el ‘choque’?... quiero mi ‘choque’:

A ver: Juego de Tronos (el libro 1) es un inmenso prólogo de más de 800 páginas. Un punto de partida que contextualiza y sienta las bases de todo el galimatías que se avecina. Hasta ahí todo perfecto, evidentemente prolijo…  pero lo acepto… y lo disfruto a decir verdad.

Ahora, que Choque de reyes (el libro 2) parta con más planteamientos y contextualizaciones… la verdad es que genera desespero e irritación. Sé que era mucho pedir que iniciase con acción in-situ, pero que la historia propiamente arranque apenas en la página 200, se me hace excesivo y descarado por parte del autor.

Este tomo es engañoso, porque la verdad es que el choque que promete desde el título se hace desear… bastante. Uno esperaría que con 5 reyes disputándose el trono espinoso de Poniente las trifulcas estarían a la orden del día, pero, a decir verdad, no tenemos una batalla propiamente narrada sino hasta la página 744.

Es más, en todo el libro hay 3 enfrentamientos importantes. De estos, solo se nos narra 1. Los demás se desmenuzan de forma difusa a través del chismorreo de personajes que estuvieron a cientos de leguas de distancia. Así es, más que una novela de grescas militares, estamos ante una novela de política… algo con lo que muchos se desilusionarán. Aclaro, no es que lo que se nos ofrezca a cambio resulte poco interesante, TODO LO CONTRARIO, pero sí se echa en falta más levantamiento en armas, es un choque después de todo. Y no se perdona que se pase de largo sobre 2 batallas tan campantemente. ¡Muéstrame! ¡No me cuentes! El escritor se guardó la gran y única apoteosis para el final.

A la larga hay que entender que George R.R. Martin es un autor que caldea y caldea las subtramas. Cuida con termómetro industrial que ningún arco de personaje entre en hervor antes de tiempo. A regañadientes se debe aceptar que es un movimiento intrigante e inteligente. El autor es el titiritero, el maestro de ceremonia y te deja en claro que siempre va a ser así, y que esperar ciertas lógicas o caminos argumentales es equivalente a errar. Todo es increíblemente inesperado.  



La narrativa de Martin:

En cuanto a redacción, es evidente que se aprecia una uniformidad clara, un tono adulto y un estilo completamente definido. Lo que se nos había mostrado en el primer volumen se afianza del todo. Debo resaltar dentro de esta escritura pareja, cómo el autor se esmera en que cada capítulo se sienta distinto, dependiendo el personaje que lo protagonice: prácticamente su personalidad característica se permea a través de las letras. Esto es un elemento brutal y sagaz, hace de la lectura algo más dinámica y atractiva. De esta manera, sabemos que –por ejemplo- Davos se riega largo y tendido en la descripción de los barcos y la náutica; Sansa y Daenerys prestan mucha más atención a los vestidos, los caballos y las joyas; Jon es contemplativo en sus viajes; y Tyrion posee los diálogos mejor elaborados e inteligentes.


Hay 2 nuevos personajes que se incorporan a la narrativa: Davos y Theon. Es interesante conocer nuevos ángulos sobre la historia, no cabe duda. Con la inclusión de Davos en el relato se nos permite contemplar el campo de batalla desde el lado de Stannis, además se nos entrega un delicioso y genial enfrentamiento bélico por mar. Theon por su parte, presenta toda la idiosincrasia del reino salado y rocoso de los Greyjoy… yermo, fiero, bestial (no muy de mi agrado, para ser sincero). Su arco personal, además, no está para nada mal.

El ritmo y desarrollo es lento y denso. El libro se explaya en muchos pasajes y se toma mucho tiempo en marchar. Esto hace dar la sensación de que la historia no avanza demasiado, mas no se debe pensar que se ha estancado (al menos no al 100%). Hay que tener en cuenta, como ya lo señalé previamente, que hablamos de un conflicto político… así que todo se presta para análisis de estrategias y la ponderación de cada nuevo acto es minuciosa, porque un error en falso repercutiría en la caída de alguno de los reyes que se baten por el trono. Hay un juego de ajedrez muy tenso en todo momento.
De nuevo, Martin trabaja ollas a presión que hierven a fuego lento, y seguramente será delirante en el momento en el que estallen. Hay que ser pacientes.

Ahora. Esta parsimonia creo que afecta por sobre los demás a 2 personajes en específico.

  1. Daenerys, quien no tiene mucho que contar; su posición dentro de la historia principal es un reflejo de su posición geo-espacial. Apartada e impotente por sus propios recursos. Sin embargo, sus dragones están creciendo… y esto implícitamente afecta lo que ocurre en Poniente: la magia está regresando al mundo. No importa lo desconectada que pueda llegar a sentirse con la trama principal en comparación a los demás personajes, los capítulos protagonizados por Daenerys nos ofrecen un descanso en la lectura, un recorrido a través de lo exótico, lo diferente y lo místico.  Encuentro esto demasiado enriquecedor y disfrutable.
  2. Jon. Con este personaje sí que hay problemas. No hace nada más allá de caminar. ‘#JonElExplorador’ nos entrega capítulos aburridos y cuyo aporte a la trama es nulo. Mi problema no es que todo se resuma en un trasegar contemplativo (que de hecho me recuerda bastante a La comunidad del anillo), sino que ni siquiera resulta mínimamente interesante. Me parece absurdo que Bran, aun siendo un tullido confinado a la seguridad de los muros de Invernalia, tenga más qué decir y mostrar en sus capítulos que un explorador adiestrado y hábil en un terreno hostil. Si hay algo estancado en este tomo, no me cabe duda que es Jon.


El autor, como ya lo sugerí más arriba, empieza a utilizar en ciertas ocasiones el chisme o los rumores como herramienta narrativa (vale, en realidad desde la primera entrega ya veíamos aplicación de esto). Los personajes se enteran de lo que ocurre en parajes absurdamente alejados a partir de lo que las malas lenguas (y las inexactitudes), pueden diseminar. Todo normal hasta ahí. ¿Pero qué pasa cuando deliberadamente se extiende un rumor falso? ¡Ajá, aparece cierto picante! Martin propone eso para este libro, y la verdad es que la jugada le sale bastante bien, porque siembra un misterio por allá en el tercer acto que hace que  aferremos nuestras corneas hasta la última página para saber qué es lo que en realidad pasa. ¡Bravo! Esto es empezar a expandir los límites de tus opciones y herramientas como escritor. Algo que resulta bastante provechoso para los personajes (porque los hace crecer y les plantea situaciones terribles, independientemente de que sean falsas) y para los lectores (porque también son presas de la mentira y de una manipulación emocional llevada a buen término).


El machismo dentro de la canción: 

Aquí quisiera plantear un tema a discutir, y les adelanto de una vez que no espero que tenga respuesta o solución. Me parece oportuno y necesario señalarlo: el machismo.

Vale, en la primera novela también era un elemento presente, pero aquí siento que ya es un fenómeno que se ha explayado por completo y quizá no de la mejor manera.

Esta saga presenta una contradicción curiosa. El autor propone personajes femeninos empoderados, que toman las riendas de su vida, que se rebelan contra el sistema, que son dominantes de su cuerpo y emociones, son fuertes, independientes, valientes y creíbles. El problema es que luego, ante todo, [desde su perspectiva de creador] las critica y descalifica.

Pongo el caso de Brienne, un personaje que ha ganado el derecho a pertenecer a la Guardia Arcoíris; esto gracias a sus increíbles habilidades, con las que ha superado en combate a cualquier otro caballero barón. Un personaje que dice NO a lo que se tiene en el consiente colectivo (inclusive actualmente) como “feminidad”. ¡Es una guerrera formidable! Pero entonces llega el libro y menosprecia y anula todas estas habilidades solo porque el personaje no es agraciado físicamente. ¿Qué carajos? Lo peor es que esta visión despectiva proviene de los ojos de otra mujer. Para colmo de males, su poco atractivo físico es remarcado innecesaria y constantemente.

También está Cersei. Fácilmente es la mujer más poderosa de Poniente. Su manipulación y estrategia llevó a que su hijo se sentase en el Trono de Hierro y ella ejerciera como Reina Regente hasta que su vástago cumpla la mayoría de edad. ¿Cómo es que con todos estos logros existan encima pasajes donde esta se lamente por no ser hombre, se auto-menosprecie y se crea menos?

Sí. Entiendo que muchos defiendan esta situación argumentando que Canción de Hielo y Fuego se basa estrictamente en (ciertas) ideologías y costumbres de la época medieval. Que de hecho Martin suele ser muy preciso históricamente respecto a bastantes detalles de la vida cotidiana de los siervos y señores de aquellos años. Que, en resumidas cuentas, el machismo era pan de cada día en el medioevo así que resulta realista incluir estos comportamientos denigrantes en la saga.

Es un argumento que tiene sentido… supongo.

Sin embargo, no siento que esto zanje el problema. Si como tema, en el subtexto, pretendes darle fuerza y valía a la mujer, entonces no las termines anulando como autor. No permitas que a pesar de todo el esfuerzo siempre recaigan en ser un saco carnal, plástico, superficial o servil. Esto es un machismo irónico: “respeto a la mujer y su derecho a liberarse, pero ojalá vuelva a la cocina”.

A ver, el problema no es que el sistema (la sociedad dentro de la novela) se imponga y aplaste a las mujeres, sino que de forma latente, el escritor (quizá implícitamente) las disminuya a través de un falso empoderamiento.


Personajes que crecen:

Como en su día llegué a comentarlo, Canción de Hielo y Fuego se sostiene por su argumento, no por sus personajes. Todavía me sostengo en tal afirmación, pero la verdad es que este libro ahonda en muchos de sus actantes. Conocemos el pasado trágico, traumático o entrañable de muchos de ellos (como Ser Jorah y Varis); padecemos su sufrimiento (Catelyn o Tyrion); o de lleno vemos cómo crecen al afrontar cada nueva aventura, peligro y ganar nuevos aliados (Arya, mi favorita). Lo que sí se mantiene es que #JoffreyMereceAcupunturaConClavosAlRojoVivo. 


Conclusiones:

A estas alturas, la verdad es que se logra percibir que Martin imaginó esta historia como algo mastodóntico. Difícil de domar, de sectorizar y de dividir. Es por eso que el final de este libro llega como un parón semi-abrupto. No hay cliffhanger, no hay epílogo, pero sí un “continuará…”. Tenemos un punto y seguido que finiquita una peripecia (la Batalla de Desembarco del Rey)… una de las tantas amparadas por un conflicto muchísimo más grande. En serio, que este periplo no deja de sentirse menor  cuando imaginamos lo que está por llegar. Básicamente, este libro acaba porque el autor consideró que 880 páginas ya eran demasiadas para el lector y para un conflicto que no va ni por la mitad.

He de confesar que Choque de reyes es un libro del que esperaba más. Se tarda en arrancar, y el aporte de muchos personajes es insignificante, por no mencionar que encuentro descarado de que el autor cuente en lugar de narrar muchos acontecimientos importantes. Pero bueno, tampoco es que estos fallos condenen la obra. Choque de reyes no deja de sentirse fascinante y poderosa. Me asombra a cada nueva página cómo alguien pudo idear una historia de tal talante y extensión. Ahora conocemos más de muchos de los personajes, por lo que podemos encariñarnos más con ellos; el desarrollo y desenvolvimiento que tienen además con los que les rodean es humano y poderoso; y todo el universo en el que esta épica se desarrolla crece y evoluciona… esto último lo digo porque las fronteras se han roto en muchos de los puntos cardinales, y porque la magia comienza a renacer con un calor que estoy seguro que lo calcinará todo, cuando llegue el momento, claro está. Una secuela sobresaliente, enriquecedora y que cumple. Inferior al primer volumen, eso sí.  

sábado, 19 de mayo de 2018

La Naranja Mecánica -Libro- (1962)




La naranja mecánica es un libro increíblemente sencillo respecto a su construcción, aunque pueda llegar a pensarse lo opuesto. Una vez superadas las barreras idiomáticas que el Nadsat (un idioma inventado por el autor que mezcla ruso y otras lenguas eslavas) puede llegar a provocar; el libro se vuelve increíblemente ágil. Esto porque (1) nos metemos en el juego narrativo y de redacción de Burgess, que está pensado en ser dinámico y hasta infantil: con pocas descripciones, mucha asociación conceptual y hasta onomatopeyas. Y (2) porque nos sentimos integrados al mundo y a la cabeza de Alex. Somos ahora uno de sus drugos, listos para impartir con él una serie de tolchocos bien joroschós y ver cómo el crobo rojo rojo entinta los bordillos de las veredas (un poco de la vieja ultraviolencia).

Ahora, entender el Nadsat tampoco es ciencia de cohetes. Muchas de las ediciones (como la mía) traen al final un más que práctico glosario Nadsat-Español; tarde que temprano, con la continua revisión de términos, los acabarás memorizando. Sí, al principio puede ser molesto interrumpir la lectura cada 3 renglones para dirigirse a la tabla de palabras, pero es cuestión de acostumbrarse.

También está el segundo camino, y es simplemente utilizar lógica inductiva para con los términos que aparecen… llenar el espacio mental con lo que creamos se adapta mejor al contexto. Puede parecer una opción más perezosa e impráctica, pero a fin de cuentas Burgess siempre pensó en esta lectura como un curso básico de ruso, llegando a incorporar el glosario muchísimo tiempo después de su publicación original. El leyente simplemente tiene la opción de elegir, y bueno ¿qué esa no es precisamente la temática del libro?

Cuando el escritor se refiere a una “naranja mecánica”, un sinsentido natural, habla de cómo lo orgánico termina siendo condicionado a trabajar como un autómata. Cuando Alex recibe el Tratamiento Ludovico, se anula su capacidad de decisión, su libre albedrío… el malestar que le genera la posibilidad de ser violento le lleva siempre a poner la otra mejilla, y a un extremo terrible, porque también anula cualquier capacidad de defensa, autoprotección y sentido de supervivencia. Es curioso porque, si nos ponemos a pensar, en esencia, el castigo primordial de las cárceles radica en apartar de la libertad al infractor; con esta nueva técnica de lavado de cerebro y represión conductual, se priva de la libertad al recluso fuera de los muros (en su vida en general, a domicilio prácticamente): es el equivalente a seguir cargando con un grillete a perpetuidad. Lo que Burgess nos quiere dar a entender con su obra, al menos a modo de mensaje principal, es que es la autonomía de escoger la que nos hace personas, independientemente qué tan moral o éticamente correcta sea la decisión. 

Por supuesto, hay otra serie de temas que aborda. Y entre la violencia como mecanismo catártico, la sociedad sucumbida por el vandalismo y un gobierno autoritario, quisiera destacar la visión que se le da a las sociedades correctivas y penitenciarias. El libro nos incita a pensar en...

  1. ¿En verdad estos establecimientos ayudan en algo a los delincuentes? O simplemente dado el pésimo sistema judicial y el hacinamiento bestial, no hacen más que afianzar y provocar más ilegalidad al poner un montón de huevos podridos en la misma cesta.
  2. También está el asunto de la responsabilidad de estas jaulas de concreto y barrotes. Todo el asunto de la Técnica de Ludovico… um… sí, a nivel de castigo es más que funcional, pero no solamente se compromete la integridad humana del recluso, sino que ignora las represalias del mundo real, que por supuesto, no ha dejado de ser hostil durante el tiempo que el prisionero lleva encerrado. Y el hecho de que el tratamiento sea tan exprés, no da tiempo para que las victimas sanen, lo que las hace potenciales victimarios con deseo de venganza, una vez se dan cuenta que el delincuente que les arruinó la vida o hizo de las suyas, está “en libertad” en tan corto periodo. 
  3. Ligado al punto previo, ¿en serio el papel de las cárceles se queda en castigar y reprimir? ¿No debería existir un esfuerzo por hacer al pobre diablo que va a parar allí una mejor persona?

Todo este asunto del castigo, las represalias y el arrepentimiento se ven proyectados en los 2 finales de la novela. El de la versión incompleta, el estadounidense que también pudimos ver en la adaptación de Kubrick, es nihilista, cruel y amargo. Alex en realidad nunca cambió, y la suerte ha tenido la condescendencia de jugarle a favor, adora la violencia y el ultraje al prójimo, y no siente contrición por ello. Simplemente no existe la posibilidad de un cambio en Alex, porque su necesidad de destrucción le impide tan siquiera contemplarlo.

El final original, el de la versión internacional y el preferido por Burgess, es muchísimo más esperanzador y maduro (tener en cuenta que por algo pasa en el capítulo 21; número que representa la mayoría de edad), habla sobre la pérdida del interés por la destrucción y el daño, y por reencausar la vida en otras necesidades. Alex tiene un cambio porque así lo ha decidido.




Entiendo que el autor prefiera su final al de Kubrick, porque entiendo que de esta forma contempla su trabajo más completo y sólido, y no como una alegoría sobre el mal intrínseco que habita en todos. Asumo que para Burgess contemplar el final de Alex libre de alteraciones, tras todo el viaje, es una pérdida de tiempo, y un festival de morbo en el que no se reflexiona sobre nada. No obstante, estoy seguro que a Kubrick le habría encantado adaptar aquel último traspiés en la vida de Alex… claro, si hubiese sabido en su día de su existencia. En defensa de la película solo puedo decir que las narraciones no deben estar obligadas a presentar sí o sí una enseñanza, a veces es bueno simplemente hallar un retrato crudo sobre la esencia humana.  

Entonces, objetivamente: ¿Cuál final es mejor? Ambos me parecen increíblemente válidos, y siento que dependiendo el momento de la vida en el que sean leídos, habrá una propensión de uno sobre el otro.




Hablemos de Alex, la naranja que termina siendo exprimida y a la que a partir del tratamiento Ludovico llenan de engranajes y remaches para que su conducta nunca se descarrile de lo “bien visto”. El autor ha consagrado en su mundo retorcido y distópico a un monstruo que a pesar de lo caricaturesco que a primera impresión pueda plantearse, es terriblemente real. Alex, más que un ser humano, es un ente que conscientemente se ha desbocado al polo extremo de la violencia, y su sed de crueldad, indolencia, falta de compasión le hacen extralimitarse cada vez más. Alex es ese demonio que toma lo que desea porque puede y quiere, aprovechándose de paso de un sistema judicial defectuoso, que burla de tanto en tanto y lo tuerce a su favor implícitamente o no.

Lo que me parece interesante de este ser, es que, conceptualmente (porque evidentemente todos sus actos de violencia son asquerosos, censurables y repudiables), es muy cautivador. Nuestro drugo es para el lector una representación de la deshinibición absoluta en el EGO freudiano, de un animal que descarta cualquier rasgo del contrato social y cualquier preocupación por el otro, sobre todo cuando está en competencia con el bienestar o placer propio. Alex no tiene un punto de no retorno, no tiene límites, es para el autor y el lector toda una forma de hacer catarsis y entregarse al morbo, a la canalización de toda esa energía juvenil a través de actos vandálicos, anarquistas y destructivos sin detenerse ni un segundo a reflexionar o premeditar las posibles consecuencias. 

¡Vamos, que tú también lo has sentido alguna vez en la vida! El deseo de destruir y pasar por encima de quien sea. Toda esta sensación, en sí misma, siento que ya hace valiosa en cierta medida la lectura de este libro, aclarando en el camino, que a pesar de lo que se pueda pensar, no es que Burgess haga exaltación o incitación absoluta a la delincuencia desmedida en la vida real. Si se tiene en cuenta todas las cavilaciones nos damos cuenta que es todo lo contrario y que la novela encierra una reflexión muy moralista  sobre el mal camino, y sobre como el cambiar es crecer y el decidir por cuenta propia es lo que nos hace humanos. Pero ya saben lo que dicen, no se puede criticar y hablar de violencia sin terminar por hacer un poco de apología a la misma.

“Parece mojigato e ingenuo negar que mi intención al escribir la novela era excitar las peores inclinaciones de mis lectores. Mi saludable herencia de pecado original se exterioriza en el libro y disfruto violando y destruyendo por poderes. Es  la cobardía innata del novelista, que delega en personajes imaginarios los pecados que él tiene la prudencia de no cometer” (Anthony Burgess, noviembre 1986).


La naranja mecánica es un tratado sobre la violencia y la correctividad aplicada a esta, es una revisión antropológica sobre la sensibilidad y la compasión. Es una historia moralista con estilo propio, pero que desde la distancia puedo decir que no es para tanto. Si esta novela alcanzó el renombre que hoy en día porta es gracias a su respectiva adaptación al cine, que también desborda de una estilografía autoral y magistral. 

Supongo que las imágenes se recuerdan más que las palabras.