jueves, 2 de agosto de 2018

Residente-vil 6: ¡Por fin se acabó!

Admito que a pesar de todo, la esperaba con ansias... ¡Ay de mí!

Acabo de ver ‘Residente vil: The final chapter’, y es que en serio no estoy muy seguro de lo que he presenciado. Y no sé si se debe a la acción desorbitada, al montaje mareante repleto de cortes  con planos de menos de un segundo, o a que la historia a estas alturas es un menjunje, que tengo tantas sensaciones encontradas y que me impiden definir con sensatez el sabor extraño que tengo en la boca.

Como es habitual, iniciamos esta entrega a trompicones, y pasando completamente de largo el cliffhanger de la película pasada (donde todos los protagonistas quedaban sitiados en Whasinton) e ignorando en absoluto la completa existencia de Ada Wong, Jill Valentine y Leon Kennedy… em sí, estos personajes siempre fueron un klínex (y una aparición demasiado gratuita), pero jugar a la amnesia selectiva es un gesto de mal gusto  para el espectador. Tengan la decencia de explicar, así sea en un diálogo, qué carajos fue de todos ellos.

Tras esta introducción, que ya por sí sola nos rellena de inconsistencias y preguntas sin resolución alguna, se nos plantea un retorno a los orígenes (sí, otra vez, como en la 5), una vuelta al lugar donde inició todo y el Virus-T se propagó masivamente. De esta premisa saltamos a una bacanal de balas, explosiones, humo, zombis, creaturas del averno que ya ni parecen zombis y barro por doquier. Toda esta acción, a veces con buen atino en la dirección y otras no tanto (al menos no es la 4° entrega), es orquestada como si de distintos niveles de videojuegos (de hace 13 años) se tratasen. En “Resident evil 5: Retribution” era la misma vaina: No importa si las distintas situaciones no conectan del todo bien, si los escenarios son enlazados a la fuerza los unos con los otros; el asunto es que siempre hay un nuevo pasillo o locación con hordas de monstruos (salidos de no sé dónde) a los que hay que acribillar. Bueno, supongo que son guiños a los seguidores del videojuego original… suponiendo que ellos, tras tanto desastre hayan podido aguantarse hasta esta 5° secuela.  Básicamente, esto es fanservice para un público más bien inexistente. 


Hay que ser justos, entre tanto despropósito argumental, se debe defender que la acción no está del todo mal, puede ser divertida y algo excitante. La avalancha de planos y el uso mareante y atrevido de analepsis (revisión de recuerdos) y prolepsis (revisión de posibles acciones a tomar en el futuro cercano) narrativas, ayudan a que la experiencia se sienta un poco refrescante. Sobre todo con estas últimas, donde en plan ensayo y error para matar a un enemigo, se están incorporando muy orgánicamente al cine elementos argumentales propios de los juegos de vídeo. 

Ya si hablamos  del final como tal, es tan peculiar y rebuscado como abrupto. El problema radica en que el director, Paul S. Anderson, quiere conectar elementos que nunca existieron para llegar a esta conclusión y darle una trascendencia a Alice que no deja de sonar forzada por donde se le mire. No hay una construcción escalonada para este colofón, las últimas 3 cintas (Extintion, Afterlife & Retribution) no hacían más que ir muy por su lado provocando inconsistencias las unas con las otras, y aún mirando las entregas más rescatables de esta saga (la 1 y la 2) existen detalles que chirrean y que no convencen del todo.

A ver, nunca ha sido gratuito que la protagonista se llame Alice (Alicia) que tras despertar caiga por un agujero excavado en la tierra y llegue a un paraje repleto de locura y terror para terminar por enfrentarse a una “Reina roja”… sí… la alegoría hacia la historia de Lewis Caroll es más que evidente; pero retornar a estos elementos solo vistos en el primer y segundo filme del 2002 y 2004 respectivamente, para salpicarlos con un montón de información de curas milagrosas, trasfondos cruciales que vienen a figurar solo en esta secuela, intensiones altruistas de corporaciones, humanos modificados genéticamente y clones que pueden llegar a superar a su contraparte original, es pretender darle aires complejos y metafísicos a la saga… Aires que nunca ha tenido y que su pobreza argumental a punta de tantas secuelas desatinadas le ha impedido construir. 
 
*SPOILER:*
Con lo anterior solo quiero decir que hacer a Alice la Reina Roja, es decir, el alfa y omega obligado de la hexalogía entera, se siente ilógico y demasiado conveniente. Una lástima, dicho sea de paso, que no tuvieran los huevos de hacerla morir al final, como dictaba la heroicidad y no tanto el marketing.

Me parece muy chévere que en los posters [de esta 6° entrega] usaran el símbolo de Umbrella como corona para Alice.

Resident Evil nunca ha sido una saga brillante, pero en su momento se dio a resaltar por abrirle la puerta en el nuevo milenio al género de los zombis con un enfoque más ligado a la acción (más o menos bien ejecutada), en contraposición al terror y gore general que se habían apoderado de estas películas desde 1968 con La noche de los muertos vivientes de George Romero.  Para mí esta franquicia fílmica siempre ha sido un placer culposo, una serie de obras a reventar de defectos, pero de las que, mirándolo muy en perspectiva se pueden sustraer características cuanto menos interesantes.

Con la primera y la segunda encontramos más solidez, porque se nota la conexión fuerte que hay una con la otra respecto a los personajes, sus peripecias  y el desarrollo que se les da a partir de las situaciones que han tenido. La tercera (Extintion) es un despropósito que en su afán por traer más y más acción comienza a sacrificar ciertos puntos lógicos de la trama, así como la consecuencia de algunos personajes dentro de la historia (que sí, que yo sigo sin olvidarme de la pequeña Angela Ashford, que desapareció de la faz de la tierra tras ser indispensable para la trama de Apocalypse). La cuarta (Afterlife) es más un alargar por alargar, con escenas bélicas que se desviven en el slowmotion al intentar aparentar grados de épica, pero solo hacen las secuencias más ridículas. La quinta (Retribution) es un movimiento desesperado para atraer a una audiencia ya disuelta, por eso es que se nos remonta a situaciones espejo de la primera y segunda entrega, con los personajes más carismáticos de estas (bueno, los que medianamente lo eran): Jill Valentine, Carlos Oliveira, Rain Ocampo…


La sexta es la culminación de 15 años de producción fílmica en la que se destaca por sobre todo la incapacidad de Milla Jovovich para envejecer, y la tecnificación de la industria respecto a los efectos visuales (ese apocalipsis zombi marrón que vemos durante esta última secuela hubiera sido imposible de plasmar a tal escala hace 3 lustros). Por lo demás, lo que nos entrega y deja detrás son una serie de productos olvidables, de consumo dominguero y reciclables. La buena noticia es que al fin se acabó, no fueron ni son la masa infecta que muchos apuntan, pero siempre fueron bastante viles.