viernes, 19 de octubre de 2018

Daredevil (Serie de Tv - Temporada 2)

El siguiente texto fue escrito originalmente el 28 de oct. de 2016


Sobre los primeros pasos

Esta temporada del Diablo de Hell’s Kitchen inició con el carburante a toda combustión. Tras un capítulo inicial que planteó una rutina más que óptima y bienaventurada para el justiciero, en los 3 episodios subsiguientes nos presentaría el tan esperado arco de origen de El Castigador. Este veterano de Irak expondría un festival de violencia y salvajismo que le crispó los nervios tanto al público como al protagonista -llevándole casi hasta el límite físico y mental-, y entregando en el devenir la secuencia de las escaleras de emergencia, una de las escenas continuas de acción más orgásmicas jamás creadas del mundo audiovisual. 

La forma de actuar de El castigador desde el inicio establece un código reconocible, que matiza con el de Daredevil, y que enriquece la serie haciéndola llegar a aristas insospechadamente más salvajes. Hay un paralelismo bastante excitante entre ambos personajes, básicamente porque uno "está a un mal día" de convertirse en el otro.

Ahora, The punisher es un antihéroe que no es solo un festival gratuito de morbo, un sociópata desencadenado. En realidad es un ser que carga sobre sus hombros una tragedia griega abrumadora y descarnada, que conmueve terriblemente y rompe el corazón de todos una vez se es develada. Frank Castle es un ser tridimensional en toda regla, concreto, coherente y potente (implacable). Es un personaje maravillosamente introducido que no dudo que se lucirá una vez llegue su serie.


Sobre Elektra (y La Mano peluda)

Se nota que la escritura del guión para esta tanda de 13 capítulos fue más apresurada y descuidada de lo pensado. 

Tras un tiro en la frente, una batalla a puño limpio y un secuestro de por medio, The Punisher iría a parar a la cárcel y arribaría con su propio arco Elektra. Aquí se abren 2 líneas argumentales que afectan al diablo redentor. La primera enfocada en el estudio de Matt defendiendo a nivel jurídico a Frank, quien ahora es juzgado por el estado gracias a sus delitos; y la segunda narrando cómo Daredevil y Elektra se enfrentan a La mano, una secta de ninjas con dogmas poco claros. 

Inicialmente la idea de relatar en zigzag estas 2 subtramas no es mala; de hecho es emocionante e interesante, ya que uno de los conflictos comienza a afectar directamente al otro, y a provocar que Matt descuide su vida personal para atender la de enmascarado.

Sin embargo, paulatinamente uno de los conflictos se comienza a distanciar severamente del otro, a tal grado que llegado el capítulo 10 ya cada uno va por su lado y pareciera que estamos apreciando 2 series distintas. Una encauzada en lo terrenal y la crudeza de lo real, y la otra anclada a situaciones prácticamente de índole místico

Todo el dilema que envuelve al Black-sky, a La Mano y a La casta se expone de una forma demasiado confusa. No me puedo preocupar por los actantes que hay en pantalla cuando sé que ni ellos mismos están muy seguros de lo que están haciendo. ¡Joder!, que cuando Stick le explica a Matt sobre el culto de Yaminote, este se ríe (y el público también lo hace) porque encuentra todo lo que le dice como un sinsentido . 


Vale, que la serie se esfuerza porque la resolución del misterio este rodeada de espionaje, incursiones a edificios con seguridad de punta, y redadas a cargamentos secretos; pero a la hora de la verdad que una banda de asiáticos hayan alcanzado la inmortalidad por ¡ve tú a saber cómo!, para cazar a una persona que ¡ve tú a saber qué cojones hace!, y cuyos logros se componen a base de milagros que rompen con el contexto "verosímil" cimentado de toda la primera temporada, ocasiona que me desconecte de lo que estoy viendo en pantalla.

Por no mencionar el hoyo de 14 pisos que DD y Elektra encuentran en el episodio 7, en medio de una construcción abandonada. A este detalle en ningún momento se le da explicación, y lo máximo que se obtiene de él son comentarios imprecisos sobre cómo, de alguna manera, esa fosa ayuda a Yaminote a lograr su plan. Este hueco representa simbólicamente todas las lagunas argumentales de esta trama.

¡Oh! Y aún no he hablado de lo peor. El giro de tuerca del final es gratuito y considerablemente pendejo. Pone al descubierto que hasta los integrantes de la misma Mano no saben qué estaban haciendo. Si durante todo este tiempo sabían que Elektra era el Black-sky, en primer lugar por qué intentaron matarla en tantas ocasiones, ¿qué no se supone que es una deidad para ellos? ¡Ah!... ¿Y qué tiene de especial ser el Black-sky? Que repetidamente comentan que poseen un poder en sus adentros invencible e imposible de contener… y… no es por desestimar las habilidades de Elektra… pero… ¿cuál es tu colosal poder?

Sobre Castle (y la ética del salvador)

En contraposición está todo el periplo legal de The punisher tras su introducción. En este nos sumergimos en una maraña de intereses políticos, militares, judiciales y personales: todo un thriller estupendo que enriquece a cada paso al antihéroe, y que, además, se atreve inteligentemente a poner en tela de juicio, bajo una perspectiva del mundo real, la valía de los superhéroes en una sociedad convulsionada por su existencia. ¿En verdad ayudan?, ¿qué no sobrepasan el límite de lo ético y de la misma sociedad al aprovecharse de sus virtudes y habilidades para concederse cualidades de juez, jurado y verdugo con su proceder? 

Sin miramientos, sin inclinarse por un lado o por el otro, y como en todo buen proceso judicial presenta los hechos y deja que el público sea quien dé el veredicto, decida quien está en lo correcto. 

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Quizá para muchos este detalle no merezca aplausos, ya que por antonomasia este tipo de choques dramáticos e ideológicos deberían presentarse de la forma más imparcial y objetiva posible, y en efecto tienen razón... Pero ya ven que en este 2016 el asunto no fluyó tan lógicamente.

Batman V Superman” y “Capitán América: Guerra Civil” también presentan el conflicto moral y corporal entre 2 superhéroes y su manera de impartir justicia, pero descuidadamente en algún momento de su desarrollo se tuercen y dan la razón a uno de los bandos. En el primero, Batman recibe todos los argumentos para que el público simpatice con él y desee acabar con un dios descontrolado, destructor e impiadoso, que vendría a ser Superman (quien nunca tiene la opción de refutar). Y en el segundo, El primer vengador muestra su lado más egoísta y antipatriótico (exploración en su personalidad), llevando a una desestabilización de la seguridad global, y propiciando simpatía hacia su principal oponente, que es el Hombre de Hierro. 

Este se supone que iba a ser el año en el que los grandes héroes comenzarían a examinarse a sí mismos, a dejar de lado al típico villano de turno para autoevaluar sus escalas de moralidad. Solo Daredevil logra llevar a la palestra de forma idónea esta revisión de los justicieros/héroes.
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Retornando con The punisher...

Es una pena que la subtrama del antihéroe padezca el mismo fallo que la de Elektra. Ya para el penúltimo capítulo nos presenta un giro de trama rebuscado y casi sin fundamento, demasiado oportuno para la situación vivida y que parece ser más un alarde o una vaga intención de sorprender a un público incauto, en lugar de ser algo escalonadamente construido. 

Sobre los viejos conocidos

Los personajes, a pesar de los descuidos en los que la trama los introduce, no dejan de estar fuertemente edificados. 


Los viejos conocidos tienen  la oportunidad de desenvolverse en nuevas facetas que les enriquecen descomunalmente. Karen se desarrolla entre las intrincadas enramadas del periodismo, Foggy enfrenta sus problemas de confianza en el juzgado, y hasta Wilson Fisk sigue manipulando los hilos de la realidad desde la cárcel. ¿Fui el único qué sudó frío con esta escena? 


Sobre la factura técnica

La serie continúa impoluta en aspecto estético... en el vestuario y fotografía. Es más, se nota que ahora han invertido más en efectos visuales, de ahí que nos deleiten con secuencias mucho más elaboradas. Las actuaciones son excelentes y la música sigue encontrándose igual de imperceptible que en todo el pinche Universo cinematográfico de Marvel. 

Conclusión

La segunda temporada de Daredevil es un trabajo de calidad a pesar de los pormenores. Tenemos pues una continuación que explora y explota bien a viejos y nuevos personajes, que mantiene una factura técnica asombrosa, y cuya historia por una parte es adrenalínica, épica e inteligente, y por la otra es algo vaga y chocante… la perspectiva esotérica resulta asonante frente a una lógica (tono) de universo que desde la primera temporada se había mostrado visceral y "realista". 

No deja de ser un trabajo recomendable si viste los primeros 13 capítulos, no deja de ser un firme primer paso en la fase 3 de Marvel. BUENA.



Notas extemporales: Muchas de las grandes dudas que remarqué durante el artículo terminaron por solventarse tiempo después, sobre todo con la salida de Defenders. Sigo pensando a pesar de ello, que las quejas no están (no siguen) tan fuera de lugar. Traen a colación el tema del uso del misterio dentro de tramas largas, y cómo aprender a dosificarlo para interesar a la audiencia, evitando que se extravíe (junto a los personajes que acompaña) dentro de la espiral críptica que compone de a poco con la costura de planos.

domingo, 7 de octubre de 2018

Mi cuerpo es una celda -Libro- (2008)

El siguiente texto, más que un análisis o crítica sobre el libro en cuestión, contiene una serie de comentarios o reflexiones tras su lectura. ‘Mi cuerpo es una celda’ es un registro documental de una vida, y yo no soy nadie para juzgar la existencia de otro mortal. No obstante, sí considero necesario exaltar y referenciar aquellos temas que caracterizaron y convirtieron en culto al autor a tratar; temas que, claro está, se manifiestan a partir de sus propias acciones.


He aquí una autobiografía no deliberada de uno de los intelectuales más célebres del país.

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Decidí acercarme a este texto porque Andrés Caicedo siempre ha sido un icono pop vacío dentro de mi cabeza. Más allá de su nombre, su esquelética silueta, su abrupto desenlace y el título de sus relatos, no tenía ni la menor idea de qué lo hacía tan llamativo y valioso dentro de la literatura colombiana.


¿Por qué elegir su autobiografía en lugar de zambullirme directamente a sus cuentos o a su obra más conocida: ¡Qué viva la música!? Bueno, tenía ante mí un boleto directo a su cabeza, a sus disquisiciones más densas, ¿cómo denegarme a un encuentro tan íntimo con un autor? No está de más decir que buscaba un contacto con la depresión en plena ebullición, manifestada a través de escritos…

¡Oh sorpresa!, Caicedo es/era un suicida. El plato estaba servido, no veía mejor opción.
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Estructura (o la magia de las misivas):

Ahora, ¿autobiografía no deliberada?, ¿cómo es eso?

Este libro es un compilado de epístolas escritas por Caicedo a sus cercanos, amigos y familiares entre su adolescencia y últimos días (incluyendo un mensaje garabateado horas antes de su suicidio). Alberto Fuguet, editor de este volumen, realizó un rastreo sorprendente de estas cartas (también escritos sueltos) y dio orden al caos de ideas que rebotaban por la cabeza del autor vallecaucano. Al mismo tiempo, traza una línea cronológica sobre los sentimientos de Caicedo en distintos puntos de su vida,  bosquejando de a poco ese agujero negro existencialista que terminó por arrastrarlo en una espiral descendente de autodestrucción.

Encuentro increíblemente mágica esta reconstrucción de vida a través de misivas, de aquellas palabras tan llenas de carga emocional que Andrés compartió. Creo que es un perfecto ejemplo de la trascendencia de una persona en el espacio, en el tiempo y en los destinatarios de su correspondencia.

Hablamos de una época, además, donde había todo un ritual alrededor de la escritura de cartas: la redacción (ya fuera a mano o a máquina), el desplazamiento hasta la casilla de correo, el tiempo de espera antes de la entrega y la respuesta. Todas estas, prácticas que hoy se han visto simplificadas y desvirtuadas gracias a los distintos canales de chat. Hoy, ya no debes esperar semanas o meses a que tu interlocutor responda, la inmediatez ocasionó que la frivolización en las conversaciones no presenciales aterrizara.

Las implicaciones éticas de divulgar correspondencia privada salen a la luz. Si bien el propio Andrés reconocía que parte de lo mejor de su trabajo radicaba en sus cartas, y si bien ya ha pasado bastante tiempo desde que las rubricó por vez primera, ¿hasta qué punto el escritor se sentiría incómodo de que sus sentimientos más desbocados y de que sus lucubraciones más desequilibradas se compartiesen abiertamente? Esto también nos invita a pensar, ¿cómo nos sentiríamos de que a futuro nuestras conversaciones vía msn fuesen divulgadas? 

Cinesífilis:

A la hora de mencionar cinefilia en el ámbito colombiano, Caicedo siempre caía en la ecuación. Como alguien que también se considera amante incondicional del 7° arte, mayor intriga no podía sentir ante un ser como él, sobre todo si tenía en cuenta que hablábamos de una cinefilia ya añeja – ‘old school’ (de 1977 hacia atrás)… una que se forjaba pura y obligadamente por la asistencia constante al teatro a falta de formatos de vídeo casero o el streaming.

Y no solo eso, Caicedo engulló un cine que aún no se había configurado con la lógica del blockbuster que aún hoy es vigente (grandes estrenos del verano con mucha pirotecnia, estelares cotizados e “historias para todo público”). Las películas que presenció si bien no dejaban de ser un espectáculo de masas, obedecían a otra lógica de consumo y no estaban influenciadas por los trabajos de Spielberg o Lucas, quienes apenas estaban iniciando su carrera y no habían alcanzado los booms apoteósicos que representaron E.T. o Star Wars. En su lugar, el western y sus derivados (crepuscular y espagueti) fueron los géneros que inundaban la cartelera convencional. “Entonces, ¿en qué otras propuestas se refugiaba este hombre sediento de fotogramas?” Esa era una de mis dudas internas.


Hallé a un enfermo por el cine, alguien que dentro de su dieta alimenticia y cultural no podía concebir la ausencia de películas… que se deleitaba regándose en prosa sobre aquellos filmes que le inficionaban. Dentro de sus análisis, removía los órganos aún palpitantes de la cinta en cuestión, auscultando aquellos elementos del montaje, la fotografía o el guión que le generaban interés casi neurótico… situación que sorprende y maravilla, porque hablamos de alguien cuyo conocimiento brotó del acercamiento práctico al celuloide: empirismo.

La fiebre de Caicedo por el cine no paraba de ganar grados, acto que le llevó incluso a participar activamente de la realización audiovisual, registrando en el proceso un cortometraje lastimosamente nunca terminado.

Con tanto metraje entre los dientes, resultó imposible no apuntar, a modo de recomendaciones implícitas, algunos títulos que me llamaron en exceso la atención. Entre ellos están Lilith, Loves of a blonde, Pat Garrett & Billy the Kid, Dirty Harry, The ladies man, American Graffiti (un George Lucas mozo, antes de Indiana Jones y Star Wars), The Story of Adele H. También algunas producciones de Peckinpah y Friedkin.

Niveles de empatía e identificación no tardaron en aparecer ante alguien que veía al cine como más que un entretenimiento estático, como alguien que estaba ansioso por aprender y por entregarle todo a esta manifestación artística.

"Porque vaya uno a querer precisar cómo funciona la naturaleza humana del cinéfilo. Tal parece que somos unas personas melancólicas y enfermizas, de una memoria fabulosa. Que cada quien duerme para el mismo lado que se hace en el teatro (...) El cine es el único arte que ofrece la oportunidad (maravillosa) de poder saberlo todo. Es un arte nuevo (...) Yo no tengo nada que perder mientras más inmerso esté en esa oscuridad y esta luz en movimiento que es el cine. Pero quiero saberlo todo".


Caicedo como mito, Andrés como persona:

¿Es tan grande este autor como todos exclaman? Bueno, todavía no me acerco a sus obras más destacadas, así que no deja de ser algo pronto el juzgarle. A pesar de ello, siento que se ha creado alrededor de él un aura que le endiosa más de lo que debería.

Caicedo es un escritor y un icono que logró trascender porque representa al adolescente incomprendido (y en cierto sentido único y diferente); a aquella chica o chico que busca su voz, identidad y un espacio dentro de una sociedad en la que no se siente muy cómod@ que digamos. A todo esto adiciónesele ese componente depresivo/autodestructivo y esa inquietud por las artes para generar un clic instantáneo. El escritor valluno es un “mártir”, un héroe caído en batalla (murió a los 25 años), un alma atormentada de esas que tanta intriga generan; además, fue el primero en ser proclamado por ello.

Andrés, por su parte, fue un ser triste, que aún con ayuda no pudo escapar de sus demonios, ni de esa sensación de vacío en el pecho que terminó por absorberlo. Más que paradójico resulta contemplar cómo este ser se calificaba como asexual, no obstante ansiaba un contacto físico que en verdad le removiera las lánguidas fibras; odiaba el ajetreo que conllevaba las relaciones interpersonales (su tartamudez y timidez le amarraban la garganta), pero deseaba al unísono abandonar la soledad. El exceso con las drogas, su aislamiento y una relación amorosa dependiente y tóxica, fueron un aliciente extra para que la noche del 4 de marzo de 1977 ingiriera 60 pastillas Seconales que marcaron los créditos de scroll de su existencia.


Mi cuerpo es una celda es un documento increíblemente personal, atrayente y hasta, ¿por qué no?, estancado, como múltiples periodos de la vida misma. Agrupa todo el desorden emocional y mental de una persona, los hace legibles y los encamina sistemáticamente hasta llevarnos a una fatalidad ineludible. No me cabe la menor duda de que esta es una forma bastante práctica de acercarse al escritor de turno y de entenderle mejor como artista, y como hombre adicto por el cine. Ávido estoy por acercarme más a su bibliografía.