IntensaMente (2015), la última película de
Pixar. Aquella que ha recibido tan buenos elogios y también tan oportunas
críticas. El día de hoy, y de la forma más rápida posible, quisiera hacer
referencia a una de estas últimas, una que ha dado mucho de qué hablar y ha
planteado un debate sobre la mesa. ¿De verdad la película te manipula, te
obliga a sentir cosas que no deberías sentir?
Antes de iniciar, quisiera ser
claro, no tengo nada en contra del usuario que planteó este fallo del filme, de
hecho, me parece muy interesante que este tipo de detalles caigan en reparo,
porque es así y solo así, como a fin de cuentas puede dársele a la película
nuevas revisiones y nuevas interpretaciones. Después de todo, ya saben lo que
dicen: “Cuando una obra artística es interpretada por completo, esta muere”.
Antes de iniciar, les dejo la crítica completa que le dediqué al largometraje.
*NOTA: Evidentemente no detallé demasiado en la obra, pero eso se debe a que, primero, recientemente acababa de estrenarse; y segundo, mi deber no es interpretarles toda la cinta de buenas a primeras (entregárselas masticada), ¿Dónde quedaría entonces su papel de espectadores y personas pensantes?
Advierto que hay spoilers de aquí
en adelante, así que avisados están.
A ver, el usuario en cuestión
afirma que no puedes sentir algo real y orgánico hacia la película, cuando
sabes que Riley está siendo controlada por los monigotes que tiene en su
cabeza, dado que la contemplas más como un autómata, que como un ser humano.
Ciertamente es un punto muy válido.
Pero vayamos más a fondo, después de todo, eso te pide la película, que mires
más allá de lo que son las simples emociones que te ofrece, en lugar de
mirarlas escuetamente como lo que son.
Les hago una pregunta, en el
clímax, donde se podría decir que se alcanza el nivel más alto de sentimentalismo
en el largometraje y donde la gente suele conmoverse, ¿por qué se supone que
tienes que sentir, qué es lo que tienes que sentir? ¿Tienes que llorar solo
porque Riley lo hace?
¡No! En absoluto. En mi caso, he de
decir que el final me llegó al corazón porque representa la culminación
satisfactoria de un viaje, de todo un proceso psicológico: el alcance de una
maduración. Y esto no lo digo por Riley, lo digo por Alegría.
Cuando Riley llora ante sus padres,
me emocioné porque sé que detrás de eso está Alegría, quien pudo comprender al
fin que a través del llanto, de la tristeza, puede abrirse y acercarse a las
otras personas; que a través de sensaciones no necesariamente placenteras se
puede hallar la paz, un descanso, una expiación de las culpas, un
alivianamiento de las cargas, y sencillamente abrir la puerta a nuevas
experiencias. Es un mensaje que me pareció increíblemente hermoso y simbólico. Lo que digo puede confirmarse dentro de la misma acción de la niña rubia, quien tras comentar todo aquello que siente sobre su nueva vida, llorar y abrazar a sus padres, al final sonríe, porque ha
hallado la paz que necesitaba.
Todo eso, simplemente me llegó, me
pareció increíblemente bella esta maduración emocional… y no porque la película
me manipule y me diga qué es lo que tengo que sentir a partir de una buena
animación y una banda sonora bonita (aunque ya saben que el OST de la cinta me
pareció flojo), es porque tras presenciar toda una travesía, observo la
consumación brillante del mensaje final de la película.
En fin, a la hora de la verdad ya
es lo que cada uno de ustedes pueda creer y por supuesto, sentir hacia la
cinta.
...
Ahora, hablando en términos un poco más subjetivos, he de decir, y esto es algo que no mencioné en la crítica, es que la película, a parte de hablar sobre el crecimiento, también lo hace sobre la paternidad (implícitamente, por supuesto).
Pete Docter, como bien reveló en un par de entrevistas, se inspiró en su hija para idear el largometraje, en el cambio que vio tras su paso de la niñez a la adolescencia. En múltiples escenas podemos ver su deseo por transmitir esa sensación de ver a su niña crecer; el personaje de Alegría, incluso, con todo y su ingenuidad actúa de una forma bastante maternal ("Yo solo quería que Riley fuera feliz"), sobreprotectora se podría llegar a decir, comportamiento que al final se verá trastocado, cuando una vez descubre que no puede dejar que su niña se prive de otras emociones. Es algo bello, a decir verdad.
Todo esto es algo que me conmovió demasiado, realmente me tocó.
PD: Les dejó un dato curioso en el que de seguro ninguno había notado. La película comienza con una niña mudándose de su antigua ciudad a una nueva, justo como ocurre en El viaje de Chihiro (2001), obra de Studio Ghibli y dirigida por Hayao Miyazaki. ¿Qué tiene de especial? Ghibli y Pixar desde siempre han sostenido una amigable relación, cimentada a partir del respeto y la admiración. Siento que este detalle tan curioso realmente no fue puesto al azar. Si en Toy Story 3 (2010) pudimos ver a Totoro adornando el fondo, no veo por qué no hacer referencia a otra de las cintas del espíritu del bosque de una nueva manera.
De momento no digo más… descansa la defensa.