¿Cuánto cuesta matar a un hombre?:
Relatos reales de las comunas de Medellín es un libro publicado en 2006, escrito por el periodista José Alejandro
Castaño. Como su mismo nombre nos da a entender, esta novela es un compendio de
narraciones verídicas, escritas a manera de crónicas, en donde se ahonda en
aquella selva salvaje de cemento como lo es la capital antioqueña, en la
cultura e idiosincrasia paisa, en aquellas ramificaciones de la urbe que se
extienden escalando las laderas de las montañas que la circundan, en esos
sitios tan oscuros y sucios, siempre tan segregados pero tan presentes en el
diario vivir medellinense.
El
ejemplar de Castaño es un libro frío y directo, sangriento en general,
estremecedor y desesperanzador, capaz de entregarle una nueva reflexión al
lector con cada cambio de página, con cada capítulo emergente.
El
libro nace como un contragolpe al olvido, un deseo que parte desde lo personal
y va lo general: En
primera instancia, y desde el prólogo, Castaño nos deja saber más de sí, de sus
cicatrices emocionales, de la infancia mágica y las memorias que se niega a
perder, justo como su padre inconscientemente lo hizo, gracias al alzheimer.
“Soy yo papá. Y esta es mi manera, mi
pequeña manera de decirte, que, quizás, después de todo, aprendí la lección.
Este libro es un esfuerzo sin atajos, espero”. Es con esta frase tan emotiva, con la que el autor finiquita el
abrebocas y da el pistoletazo de salida a las narraciones de las comunas. Aunque
para muchos estas notas iniciales podrían sonar cursis, innecesarias y fuera de
lugar en comparación con los tópicos que trata el libro, en perspectiva, dicen
mucho sobre el pensamiento con el que fueron elaboradas las crónicas siguientes
(desde la obtención de datos hasta su redacción) y los actos que se describen
en ellas. José A. Castaño, con este
trabajo quiere grabar en la eternidad la idea que su padre le transmitió en sus
años de lucidez: una perspectiva más justa, honrada y responsable sobre la vida;
ideales que se contraponen al modus vivendi contemporáneo de las nuevas
generaciones, al “todo vale” actual.
En
segundo lugar, con ¿Cuánto cuesta matar a
un hombre? se quiere forjar un monumento conmemorativo, con el que la sangre
de las aceras, la juventud deshecha, el narcotráfico y el paramilitarismo
vividos durante los 80’s, 90’s y comienzos del 2000, sean hechos siempre
presentes dentro del consiente colectivo. Lo anterior no es realizado con el
fin de amedrentar a las familias o perturbar la paz de los caídos en conflicto,
sino como la reminiscencia de una herida por fin cerrada, que solo con su
continua recordación se impedirá que vuelva a abrirse.
Imagen tomada de: www.elcolombiano.com
“Las crónicas aquí contadas tal vez sirvan a
modo de constancia, de fotos en blanco y negro de una historia que estamos
obligados a conocer y de la que ojalá podamos aprender… Dios quiera que no
volvamos a equivocarnos”, sentencia Castaño contundente y melancólicamente,
desde un primer capítulo muy completo que sintetiza el crecimiento de Medellín
a partir de las comunas, que dicho sea de paso, fueron generadas por violencia
y terminaron causando paulatinamente más violencia.
Durante
la novela el autor aborda múltiples temas o categorías. Entre ellos: El
fenómeno del sicariato como profesión y modo de vida, hablando tanto de los que
dedican enteramente su existencia al oficio, como de los que tarde que temprano
encuentran caminos alternos de sustento para salir de él; Las jóvenes que
ansían llegar a lo alto y sacar a sus familias adelante a partir del modelaje,
pero que aún sin ya haber emprendido vuelo sus alas han sido cortadas; La
pornomiseria que se trasmite, paradójicamente, desde los propios actores del
conflicto a los periodistas internacionales, que sedientos de morbo buscan
historias mustias y amorales en los países tercermundistas; La vida de un
narcotraficante que ha abandonado la pomposidad de los lujos, y continúa con su
multimillonario negocio bajo cortinas y el bajo perfil; La muerte vista a
través de la tanatopraxia y de quienes
la practican, sean profesionales o empíricos, jóvenes o veteranos; La
problemática de las mulas vista desde el ángulo de los delincuentes y la
justicia; La segregación racial de la región; y la ciudad vista con los ojos de
las fuerzas armadas.
Imagen tomada de: www.eluniversal.com
La
escritura del ejemplar es versátil y vivaz, siempre narrada en tercera persona.
Castaño describe los acontecimientos de forma inteligente, profunda y sin
censura alguna. De igual manera, hila distintos sucesos mediante la
correlación, asegurándose de plantear las 2 caras de la moneda. J.A. Castaño es
una voz sin rostro dentro de su obra; aunque implícitamente da a entender que
la recolección de información fue tomada
desde los escondrijos de muchas de sus fuentes (como si se tratase de una
visita familiar), y los testigos muchas veces interactúan con él, nunca se
rompe con la línea que hay entre observador y actante: la línea del periodista.
Para
la construcción de todas las historias, José Alejandro Castaño opta por una
inmersión de primer nivel, donde, como reportero observa el hecho analizándolo,
y como bien mencionó el autor con las palabras dedicadas a su padre, evita irse
por la vía fácil y en lugar de abordar los temas mediante intermediarios,
recurre a los asesinos (sea en ejercicio o retirados), a los policías, a los
narcos, a los agentes especiales, a las modelos, etc. Las vivencias recolectadas a través de los
años como periodista, son las que poco a poco acercaron a Castaño a estas
invaluables fuentes, las cuales, evidentemente guarda con recelo, utilizando su
derecho a la reserva de testigos.
Cabe
mencionar y resaltar el dataje documental (histórico) previo que Castaño tuvo
que realizar antes de publicar su trabajo. Para la consumación completa de la
obra, era necesaria una contextualización, una exposición oportuna y completa
de los datos que explicaban el origen del fenómeno de las comunas, y sus
efectos sobre la región y la cultura paisa.
Imagen tomada de: prensarural.org
¿Cuánto cuesta matar a un hombre?... es una novela que solo podría salir de un olfato
periodístico envidiable y ejemplar como el de José Alejandro Castaño. Fue la
inquietud y el deseo de encontrar una
mirada alterna a la realidad, lo que hizo posible la pieza literaria. A pesar
de no ser en el fondo tan mórbida y visceral como a simple vista puede verse, o
como el mismo Héctor Abad Faciolince se atrevió a calificar desde el prólogo,
sí es un manojo de crónicas rodeadas de sentimientos gélidos y oscuros…
sentimientos que a largo o corto plazo,
chocarán con emociones más luminosas. “Y vi una tierra nueva y un cielo nuevo”.