Nos encontramos frente a una novela
sueca, publicada en 2005 por el periodista Stieg Larsson, quien tuvo el
infortunio de morir días antes de que el primer volumen de su obra fuese
publicado, y unos cuantos días después de entregar a su editor el borrador de
la tercera entrega, perdiéndose del impresionante éxito y el revuelo mediático
que de a poco levantaría su trilogía.
Millenium 1 relata la historia de
Mikael Blomkvist, un periodista económico que es condenado por calumnia. Con el
ánimo y la reputación por los suelos, recibe la propuesta de un perro viejo de
la economía, Henrik Vanger, de que se traslade a un pueblito olvidado por la
civilización con la intensión de resolver un misterio. ¿Qué fue de la nieta de
su hermano, Harriet Vanger, la heredera de todo un imperio económico? Mikael
acepta, y con ello, todo un rompecabezas de piezas inconexas y faltantes, que
lleva forjándose desde hace 4 décadas, se extiende sin más. Durante su
investigación, cruzará miradas con la enigmática Lisbeth Salander una hacker
prodigio de 24 años, con un pasado traumático con olor a gasolina y un
impresionante dragón tatuado en toda su espalda.
La novela está dividida en 6
partes, en las que se encarga de narrar, en tercera persona y con un juego
constante entre las perspectivas de Mikael y Lisbeth, los sucesos acontecidos alrededor de un año
aproximadamente. Es así como tenemos el Prólogo, Parte 1: Incitación, Parte 2:
Análisis de consecuencias, Parte 3: Fusiones, Parte 4: Hostile Takeover, y el
Epílogo: Informe anual.
El estilo de escritura manejado por
Larsson es relativamente complejo y por la misma razón, la lectura del libro
requiere de una buena concentración. El autor se caracteriza por el bamboleo
constante de perspectivas y la ruptura natural del orden cronológico de los
acontecimientos. Resulta normal encontrar dentro de su redacción cómo
imprevistamente diversas situaciones se dejan en puntos suspensivos, abriendo
una especie de paréntesis temporal y de hechos tras ellas, para tiempo después
retornar al punto donde se había quedado. En apariencia resulta confuso, pero
una vez el leedor se familiariza con la métrica, realmente no hay mayor
inconveniente. Como mencioné arriba, es cuestión tener los ojos bien
abiertos.
Los hombres que no amaban a las
mujeres es un libro sombrío, con una crudeza escalofriante en muchos de sus
pasajes, y que, como su mismo nombre lo da a entender claramente, expone todo
un discurso sobre la misoginia, sobre una propensión de la sociedad a
visualizar a las féminas como un objeto que no va más allá del sexo y que, aún
peor, a pesar del avance de la sociedad a través de las décadas, sigue
perdurando. El racismo, la integridad periodística, la autocensura, el sadismo
y la corrupción también resultan siendo tópicos abordados por el volumen de una
forma muy concisa y coherente, ofreciendo al leyente unos buenos ratos de
reflexión.
El misterio que se forja página a
página, sobre la desaparición de Harriet ha sido bien tratado: enrevesado,
complejo y en apariencia sin resolución alguna. No obstante, y llegado cierto
punto, el culpable resulta relativamente previsible. Además, es obligación
mencionar que el ritmo de la historia se ve severamente condicionado por el
desarrollo de la investigación. Este es un libro lento, que realmente no se
atreve a revolucionar la velocidad del relato sino hasta la parte 3, justo
cuando la investigación comienza a arrojar múltiples y significativos avances,
para periódicamente regresar a su ritmo sosegado. Cabe mencionar que su pausado
avance no es equivalente a un estancamiento de la historia o a una soporífera
experiencia, afirmar esto sería exagerar, simplemente toda la tercera sección
de la obra resulta ser considerablemente más emocionante y atrapante que el resto.
La novela otorga la sensación de
extenderse más de lo debido, y esto se da gracias a que, una vez llegada a la
resolución del misterio de Harriet, y justo cuando se suponía que había llegado
el clímax de la narración, otras 200 páginas más aparecen, contando el segundo
round de Mikael contra Wennerström. Realmente no sabría decir qué tan acertado
resulta extenderse tanto o incluir estos eventos dentro del tomo, sobre todo
cuando el conflicto con el gran empresario sueco bien puede sostener un libro
por sí solo. Creo que siempre tendré la duda sobre si lo más sensato habría
sido presentar esta resolución en una secuela, o exponerlo de una forma más
rápida. A la larga, la historia de Millennium 1 se siente encapsulada en otra,
prácticamente le presenta al leyente 2 relatos en uno.
Como elementos anexos, se puede
comentar que Los hombres que no amaban a las mujeres dibuja sólidamente sobre
Suecia múltiples aristas, perspectivas nuevas y distintas de contemplar el país
escandinavo. La primera de estas vendría a ser la economía en una nación
primermundista; la segunda el trato y el cuidado que se tiene ante los sectores
más vulnerables de la sociedad; queda la tercera, la que más me llamó la
atención gracias a mi condición de estudiante en formación, el desenvolvimiento
del periodismo dentro del estado.
El trato que se da a los personajes
a lo largo de la historia es cauteloso y milimétricamente construido. Mikael es
un ser inteligente, mordaz cuando se necesita el caso, con firmes convicciones
y con una vocación de hierro. Lisbeth, por otra parte, es un extraño animal de
altísimo cuidado, amenazante, apático y seco desde el primer vistazo, siempre
listo a desplegar y extender sus agudas y venenosas púas ante cualquiera que
esté dispuesto a alterar su tranquilidad; es por todo lo anterior que resulta
tan inesperado, sorprendente y paradójicamente auténtico, cualquier signo de
docilidad, amabilidad o empatía hacia cualquier otra persona por su parte.
Lisbeth Salander es una pieza maestra dentro del libro, un ente confeccionado
con maestría… de una personalidad única, unos lineamientos morales y un modus
operandi coherentes al trasfondo que Larsson presenta. Y eso que tan solo dejó
ver una parte de esta enigmática chica.
El reparto de personajes
secundarios no desluce, también cumple con un pasado muy bien estructurado que
les sustenta con demasía. Desde Armanskij, hasta Martin Vanger o Erika Berger,
todos son entes tridimensionales.
Si algún día hago un vídeo sobre este libro, esta sería la portada, creo... Quizá, también, hable largo y tendido sobre sus adaptaciones fílmicas.
Millennium 1: Los hombres que no
amaban a las mujeres es una novela negra más que interesante, que no pasa por
inadvertida gracias a sus sombríos temas y su forma tan contundente de
abordarlos. A la hora de la verdad, bien podría decirse que la dilatación de su
historia, es el elemento que más puntos trae en su contra.
En resumidas cuentas: Un soberbio
punto de partida para una trilogía, una lectura seria y recomendable.